*El eco vacío de Andrea Chávez en Aldama *Trabajo vs. Selfies *Jueces de meme y justicia de ficción

*El eco vacío de Andrea Chávez en Aldama *Trabajo vs. Selfies *Jueces de meme y justicia de ficción

Por más que se pretenda controlar el relato, hay momentos donde los hechos se imponen con brutal contundencia. La senadora Andrea Chávez abandonando discretamente la plaza principal de Ciudad Aldama, luego de no lograr congregar ni un pequeño grupo de simpatizantes, no es sólo una anécdota bochornosa: es una radiografía política.

El episodio, ocurrido ayer, exhibe la distancia —cada vez más evidente— entre el discurso triunfalista de algunos actores de Morena y la realidad que se vive en el terreno. La senadora había convocado a los ciudadanos aldamenses a un encuentro público; sin embargo, la plaza lució desierta. Testigos aseguran que Chávez estuvo presente unos minutos antes de la hora pactada, y al percatarse de la escasa asistencia, optó por retirarse sin mediar palabra.

Para suavizar el golpe, el equipo de la senadora difundió que había recibido una llamada urgente desde la Ciudad de México, obligándola a cancelar de forma imprevista. Pero los presentes no tardaron en narrar una historia distinta: la de una senadora que prefirió marcharse en silencio antes de enfrentar una plaza vacía. Una escena que, en otros tiempos, habría sido impensable para un cuadro político con su nivel de exposición nacional.

No se trata de hacer leña del árbol caído, sino de entender lo que significa políticamente este desaire ciudadano. La falta de convocatoria en Aldama no es un caso aislado, pues resulta inevitable preguntarse: ¿quién asesora a la senadora? ¿Quién permitió que se montara un evento público sin garantizar primero una mínima estructura de respaldo? Porque si alguien creyó que bastaba con la presencia de Andrea Chávez para llenar una plaza, el error no sólo fue de cálculo: fue de soberbia.

Los tiempos políticos que se avecinan demandan mucho más que giras relámpago y selfies para redes sociales. La gente quiere respuestas, cercanía real, compromiso tangible. Y cuando una figura pública huye de una plaza vacía, también está huyendo de esas responsabilidades.

La política, al final del día, es un oficio que no tolera el autoengaño. A veces, el silencio de una plaza dice más que mil discursos.

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Hoy abundan funcionarios —de elección y de designación— más preocupados por posar para la selfie que por asumir con rigor su responsabilidad. La frivolización del servicio público se ha normalizado. En ese contexto, destaca un perfil que desafía esa lógica del espectáculo: el del fiscal general de Chihuahua, César Jáuregui Moreno. Sin estridencias, sin filtros ni efectos, Jáuregui ha optado por una ruta distinta: trabajar. Lo hace en uno de los terrenos más exigentes y menos agradecidos del poder público: la procuración de justicia. Un área que no otorga aplausos fáciles, pero sí demanda resultados reales, tangibles, urgentes.

Su nombre empieza a sonar con fuerza como posible candidato a la alcaldía de la capital del estado. Si ese escenario se concreta, su perfil representaría un contrapeso frente a la política del influencer que impera en muchos frentes. Su mayor activo no es el carisma digital ni la habilidad de generar trending topics: es la constancia en un oficio donde cada decisión pesa más que cualquier publicación viral.

Lo que si está claro, es que la política Chihuahuense necesita urgentemente menos espectáculo y más resultados…

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Algo grave está pasando en Chihuahua cuando los aspirantes a jueces y magistrados creen que una elección se gana a punta de memes. El día de ayer, Facebook amaneció tapizado con publicaciones ridículas, videos sin sentido y autopromociones que no resisten ni el primer análisis serio. Una avalancha de ingenuidad digital que revela una verdad preocupante: muchos de los que buscan impartir justicia ni siquiera entienden lo que eso significa.

Porque no se trata solo del mal gusto o del uso superficial de las redes sociales. Lo alarmante es la falta de profundidad en los perfiles que aspiran a ocupar cargos que, por definición, exigen seriedad, conocimiento y autonomía. Estamos hablando del poder judicial, no de una agencia de influencers. Y aun así, pareciera que algunos candidatos piensan que basta con hacer reír —o al menos intentarlo— para ser tomados en serio.

En este teatro de lo absurdo apareció incluso un meme que colocaba al exgobernador César Duarte como supuesto aspirante a juez penal, con los colores del PRI y una sonrisa irónica. Algunos lo tomaron como chiste, otros como provocación, pero muchos lo vieron como una parábola perversa de la impunidad. Porque en el México de hoy, y particularmente en la política de Morena, basta con cambiar de camiseta para que los delitos se disuelvan como por arte de magia.

Lo trágico de todo esto no es solo el espectáculo grotesco de los aspirantes-jueces de redes, sino lo que significa para Chihuahua. La ciudadanía, cada vez más escéptica y menos confiada, se enfrenta a una elección crucial en la que deberá decidir no sólo entre nombres, sino entre modelos de justicia: uno que se construye desde el derecho, la ética y la trayectoria; y otro que nace en una aplicación móvil, con filtros, hashtags y efectos de sonido.

¿Queremos un Poder Judicial fuerte, autónomo, digno? Entonces no puede seguir siendo terreno para improvisados que buscan fama más que justicia. Los memes no construyen Estado de derechoy los videos absurdos no garantizan imparcialidad.

En un estado como Chihuahua, donde la ley ha sido tantas veces doblada, traicionada o burlada, lo mínimo que se espera es que quienes aspiren a impartir justicia entiendan su papel. Y si lo único que tienen para ofrecer es una cuenta de Facebook y una edición mal hecha, lo mejor sería que ni siquiera se registren.

Porque cuando la justicia se convierte en comedia, el único que pierde es el ciudadano.